Los finalistas del Súper Rugby 2019 tienen antecedentes muy diversos y llegaron al partido decisivo por caminos disímiles, pero los une la capacidad de sus entrenadores en forjar una identidad de equipo y lograr la unión del grupo.
Crusaders y Jaguares confluyen en el partido cúlmine del Super Rugby 2019. El camino hacia la gran final fue muy diverso. Son equipos con historias y culturas de rugby muy distintas. Sin embargo, tiene un aspecto en común que los iguala, y que en definitiva es lo que terminó siendo el factor desencadenante para que dos equipos tan disímiles se encuentren en este punto: el manejo de grupo por parte de sus entrenadores.
Aun con personalidades muy distintas, Scott Robertson y Gonzalo Quesada transmiten lo mismo y hacen de la armonía del grupo la piedra basal de cualquier campaña exitosa. Nunca se va a ver a Quesada bailando breakdance en el medio de la cancha luego de alguna conquista, como hizo Robertson después de ganar los últimos dos títulos del Super Rugby.
El entrenador argentino es mucho más conservador, más perfil bajo. Pero el eufórico festejo una vez consumado el pase a la final, con todo el plantel y el staff cantando y saltando en el medio de la cancha, desbordados de alegría, da cuenta de la unión del grupo y la comunión entre jugadores y staff.
Crusaders es el máximo campeón del Super Rugby, con nueve títulos y cuatro subcampeonatos. Está en su 17ª final en 24 años de competencia. Es el bicampeón vigente, además. Representa a la Unión de Rugby de Canterbury (CRFU), que data de 1879. Tiene una identidad definida y un equipo internacional que incluye un tongano, un irlandés y un fijiano.
Crusaders es el máximo campeón del Super Rugby, con nueve títulos y cuatro subcampeonatos. Está en su 17ª final en 24 años de competencia. Es el bicampeón vigente, además. Representa a la Unión de Rugby de Canterbury (CRFU), que data de 1879. Tiene una identidad definida y un equipo internacional que incluye un tongano, un irlandés y un fijiano.
Jaguares tiene apenas cuatro años de existencia y en un ascenso meteórico está en su primera final. Es prácticamente un seleccionado nacional, pero tuvo que forjar una identidad propia ya que en el fondo no es más que una franquicia profesional.
Lo que une a los dos finalistas, lo que los distingue de los otros 13 equipos que dejaron atrás, es la fraternidad que exudan sus integrantes.
Cuando Robertson llegó a Crusaders en 2017, el equipo venía de una sequía de ocho años sin títulos. La más larga de su historia, y eso que tenía jugadores como Dan Carter y Richie McCaw. El ex octavo de los All Blacks, verdugo de los Pumas en River en 2001, impuso rápidamente una impronta más distendida fuera de la cancha. En sus dos años al frente del equipo, Crusaders fue campeón y en el tercero está en la final.
“Lo primero que tuvimos que hacer fue lograr que los jugadores se sintieran identificados, que les importara el equipo. Ellos aman el rugby y fue tan importante educarlos sobre el juego como crear un ambiente que hiciera que quisieran venir a trabajar cada día, que quisieran jugar por el otro, que les importara más su compañero que ellos mismos. Eso es posiblemente lo que más me enorgullece”, explicaba Robertson en su última visita a la Argentina, en 2018.
Quesada agarró un equipo que ya había dejado atrás la pesadilla de los dos primeros años, en los que la adaptación al rugby profesional, a los viajes, a la exigencia de jugar semana a semana contra los mejores se hizo insoportable. Mario Ledesma, su antecesor, logró quebrar esa espiral derrotista y Jaguares llegó a cuartos de final. Quesada logró unir todavía más el equipo, extendió ese sentimiento a todo el plantel y no sólo a los 23 que juegan.
Cuando Robertson llegó a Crusaders en 2017, el equipo venía de una sequía de ocho años sin títulos. La más larga de su historia, y eso que tenía jugadores como Dan Carter y Richie McCaw. El ex octavo de los All Blacks, verdugo de los Pumas en River en 2001, impuso rápidamente una impronta más distendida fuera de la cancha. En sus dos años al frente del equipo, Crusaders fue campeón y en el tercero está en la final.
“Lo primero que tuvimos que hacer fue lograr que los jugadores se sintieran identificados, que les importara el equipo. Ellos aman el rugby y fue tan importante educarlos sobre el juego como crear un ambiente que hiciera que quisieran venir a trabajar cada día, que quisieran jugar por el otro, que les importara más su compañero que ellos mismos. Eso es posiblemente lo que más me enorgullece”, explicaba Robertson en su última visita a la Argentina, en 2018.
Quesada agarró un equipo que ya había dejado atrás la pesadilla de los dos primeros años, en los que la adaptación al rugby profesional, a los viajes, a la exigencia de jugar semana a semana contra los mejores se hizo insoportable. Mario Ledesma, su antecesor, logró quebrar esa espiral derrotista y Jaguares llegó a cuartos de final. Quesada logró unir todavía más el equipo, extendió ese sentimiento a todo el plantel y no sólo a los 23 que juegan.
Da gusto ver a jugadores que por distintas razones perdieron su lugar en el equipo y disfrutan tanto como los que son irreemplazables. Emociona ver los videos y las fotos de los festejos en la intimidad del vestuario que inundan las redes sociales.
“Nosotros tenemos que cumplir con nuestro rol, no cambiar nada de lo que venimos haciendo, porque es lo que nos hizo llegar hasta acá. Sí tenemos que dar ese plus cuando las piernas no dan más que creo que no muchos equipos lo tienen. Nosotros somos amigos, lo sentimos así.” Con esas palabras el capitán Jerónimo de la Fuente resumía antes de la semifinal ante Brumbies lo que es el sentimiento del equipo.
Gonzalo Quesada les demostró a los argentinos desde que llegó a los Pumas en el Rugby Championship pasado ser un gran conocedor del juego y tener enormes conocimientos sobre la ofensiva del equipo. Con Jaguares, evidenció además ser un gran manager de grupos. Ya lo había hecho en París, claro. Un head coach con todas las letras.
Su preparación, que inició apenas colgó los botines, además del título de Manager y Entrenador Profesional de Rugby incluye un Diploma Universitario en Preparación Mental de la Universidad Blas Pascal de Aubière, Francia. Algo que se refleja en la identidad que ha forjado en el equipo y en la forma en que la han transmitido al público argentino, que históricamente tuvo una relación un tanto fría hacia los Jaguares.
¿Quién bailará breakdance en el centro de la cancha una vez terminado el partido el sábado?
“Nosotros tenemos que cumplir con nuestro rol, no cambiar nada de lo que venimos haciendo, porque es lo que nos hizo llegar hasta acá. Sí tenemos que dar ese plus cuando las piernas no dan más que creo que no muchos equipos lo tienen. Nosotros somos amigos, lo sentimos así.” Con esas palabras el capitán Jerónimo de la Fuente resumía antes de la semifinal ante Brumbies lo que es el sentimiento del equipo.
Gonzalo Quesada les demostró a los argentinos desde que llegó a los Pumas en el Rugby Championship pasado ser un gran conocedor del juego y tener enormes conocimientos sobre la ofensiva del equipo. Con Jaguares, evidenció además ser un gran manager de grupos. Ya lo había hecho en París, claro. Un head coach con todas las letras.
Su preparación, que inició apenas colgó los botines, además del título de Manager y Entrenador Profesional de Rugby incluye un Diploma Universitario en Preparación Mental de la Universidad Blas Pascal de Aubière, Francia. Algo que se refleja en la identidad que ha forjado en el equipo y en la forma en que la han transmitido al público argentino, que históricamente tuvo una relación un tanto fría hacia los Jaguares.
¿Quién bailará breakdance en el centro de la cancha una vez terminado el partido el sábado?
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