sábado, 2 de noviembre de 2019
Sudáfrica ganó un Mundial inolvidable por muchas razones
Terminó una Rugby World Cup que seguramente sea vista como la mejor de la historia. La foto del campeón es un reflejo de lo que fue.
Siya Kolisi levantando la icónica Rugby World Cup es la foto que dio la vuelta al mundo en nanosegundos. El rugby mostró su mejor cara en cada rincón de un planeta necesitado de buenas noticias.
El capitán sudafricano, que en 1995 tenía cuatro años y en 2007, con 16, era tan pobre que comía salteado y no tenía televisión en su casa. Tuvo que ver la final desde París en un centro comunitario; en Yokohama se convirtió instantáneamente en un símbolo de su país.
Siempre tendremos la foto de Nelson Mandela, una de las grandes personalidades de la historia de la humanidad, entregando la copa en aquella inolvidable tarde de Johannesburgo hace 24 años; tener un equipo sudafricano multicolor, con el primer capitán negro, levantando el trofeo más representativo del rugby mundial es otra postal que se convierte en inolvidable. Un símbolo de uno de los países más apasionados de nuestro deporte.
Sudáfrica ganó un Mundial inolvidable por muchas razones. No lo hizo con mucho ruido – de hecho, tras perder en su primer partido contra los siempre candidatos All Blacks, en silencio fue construyendo lo que terminó siendo una enorme, sorprendente, impensada, paliza contra el gran favorito Inglaterra. El inapelabe 32 a 12 sorprendió a propios y extraños.
Tan grande fue la diferencia en la final que aún con minutos por jugar, el orfebre a cargo de tallar el nombre de Sudáfrica por tercera vez en la base del trofeo empezó su tarea para estar listo en la premiación.
Termina un Mundial que por primera vez viajó hasta la lejana Asia. El único país que tiene rugby competitivo en el continente más poblado del mundo organizó un torneo único. Desde lo cultural, lo novedoso, lo entretenido, lo sensorial. Un gran país que se mostró al mundo con su mejor cara.
Fue un Mundial en un país que suele ser golpeado por catástrofes naturales – el tifón Hagibis fue una muestra de ello – homenajeó justamente esta dañina naturaleza llevando a Uruguay y Fiji al pueblo de Kamaishi donde en 2011 un tsunami arrasó con todo lo que estaba a su país, incluyendo todo el pueblo y más de mil habitantes.
Aquella, fue una tarde perfecta, más perfecta aún para Los Teros que escribieron una página de gloria en su propio libro, agregando varios párrafos a la gran historia del rugby mundial. Tuvieron un gran Mundial y dejan, como los Springboks y Japón, un legado enorme.
No fue el Mundial de Los Pumas. Hoy seguimos consternados por lo que pudo ser y no fue. Con el correr de los meses, tal vez años, terminaremos sabiendo realmente qué falló. Los objetivos eran muchos y altos, pero no se pasó de fase en un grupo complicado pero que ofrecía a priori posibilidades. Perder con Francia en el arranque, y la forma en que se perdió, fue un golpe del que no se recuperó el equipo de Pablo Matera. El post-mortem requiere, exige, ser muy duros para reconstruir un equipo con enorme potencial. Duro trabajo le espera a Mario Ledesma para alistar a un plantel que cargará por siempre el peso de no haber mostrado su mejor cara.
Cuando se arman los highlights de torneos como este, son muchas las imágenes que quedan, que marcan lo que fue, lo que se vivió, lo que se disfrutó.
No faltarán tackles, festejos, tries, habilidades individuales, momentos de magia que quedarán, gracias a la televisión, como recuerdos indelebles de 45 días entre septiembre y octubre del 2019. Imágenes y símbolos de un torneo único. Irrepetible.
Veremos a los All Blacks derrotar a los Springboks y después caer con una Inglaterra que parecía que se quedaría finalmente con el gran premio quedarse con la medalla de plata. Veremos a los equipos del Tier 2 complicando a equipos del primer grupo, aunque no derrotándolos. Veremos a un Japón que tuvo una Rugby World Cup dentro y fuera del campo de juego para el asombro. Veremos muchas imágenes. Muchos momentos. Todos mostrando la buena cara de nuestro deporte. Promocionando lo que nos destaca como deporte, como forma de vida.
Pero quedará para siempre esa imagen de un sudafricano negro, jugadorazo si los hay, levantando la Webb Ellis Cup por arriba de su cabeza generando una ola de satisfacción en su país y el mundo.
Siya Kolisi ya se convirtió en leyendo y se une al club privado que armaron David Kirk, Nick Farr-Jones, François Pienaar, John Eales, Martin Johnson, John Smit y Richie McCaw.
Termina un Mundial impresionante.
La vara quedó altísima. Francia, en 2023, tiene el desafío de elevarla aún más. Faltan tres años y diez meses.
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